martes, 25 de enero de 2011

JOHN LOCKE



Biografía
John Locke nació en Wrington, cerca de Bristol, el 29 de agosto de 1632. Hijo de un funcionario de justicia, recibió sus primeras enseñanzas en su domicilio hasta 1646 en que, a la edad de 14 años, ingresará en la escuela de Westminster, (que ejerció una gran influencia en la vida intelectual del siglo XVII), en la que permanecerá 6 años. Finalizados sus estudios en dicha escuela, ingresará en el Christ Church, por entonces el más importante "college" de la Universidad de Oxford, en el otoño de 1652. La educación en Oxford estaba entonces bajo el predominio de la escolástica aristotelizante, lo que no resultaba del agrado de Locke, (lo que tampoco había resultado del agrado, anteriormente, de Hobbes). Allí, además de estudiar filosofía, (fundamentalmente lógica y metafísica), profundizará sus estudios de las lenguas clásicas,
pero también se interesará por la física y la química, (entrando en
contacto con R. Boyle y su círculo), así como por la medicina, en la que se iniciará con T. Sydenha
m, aunque no obtendrá la titulación hasta 1674.

Una vez finalizados sus estudios permanecerá en Oxford,impartiendo clases como Lector de griego en el Christ Church desde 1660,y también de Retórica desde 1663. En 1667 entrará al servicio de Lord Ashley (futuro Conde de Shaftesbury), representante del naciente partido "whig", con quien compartirá las variables vicisitudes políticas sufridas por aquél durante la monarquía de los Estuardo, desempeñando varios cargos de responsabilidad a su servicio. La caída política de Shaftesbury y, en parte, su delicada salud, le llevaron primero a Oxford, donde terminó sus estudios de Medicina y obtuvo la titulación y licencia para su ejercicio, y posteriomente a Francia, donde vivió de 1675 a 1680, entrando en contacto con los círculos filosóficos de la época (cartesianos y libertinos) y re
cibiendo, sobre todo, el influjo de la filosofía de Gassendi.

A su regreso a Inglaterra volverá a entrar al servicio de Lord Shaftesbury, pero la ya definitiva derrota política de éste le obligará de nuevo a abandonar Inglaterra, refugiándose en Holanda, donde permanecerá de 1683 a 1689. Allí finalizará el "Ensayo sobre el entendimiento humano", y publicará la "Epistola de Tolerentia", en latín, al tiempo que entra en contacto con los revolucionarios ingleses exiliados en Holanda, en consonancia con los ideales políticos plasmados en sus "Tratados sobre el gobierno civil". Tras la Revolución de 1686, que llevó al trono a Guillermo de Orange, y una vez consolidad su victoria, regresará a Inglaterra, desempeñando varios cargos en Londres, siendo el de mayor relevancia el de Comisario de Comercio. En 1691 se retirará a Oates, en Essex. Allí se instalará en la mansión de Sir Francis y Lady Masham, (una de las primeras mujeres inglesas que publicó obras filosóficas, y mantuvo correspondencia filosófica con Locke y Leibniz, publicando además la primera biografía de Locke), a la que había conocido de soltera como Damaris Cudworth en 1682, poco antes de su exilio, y con la que mantuvo una relación afectiva e intelectual hasta su muerte, el 28 de octubre de 1704.

Obras Filosóficas

Pese al predominio del escolasticismo aristotélico en Oxford, en la época en la que Locke realizó allí sus estudios, la filosofía de Locke se enmarca en la tradición "empirista" de Francis Bacon, recibiendo la influencia de Gassendi y compartiendo el carácter antidogmático y "experimental" de la Royal Society, bajo la clara influencia de la Nueva Ciencia de la naturaleza.

Principales obras de Locke
  • 1667 Ensayo sobre la tolerancia.
  • 1668 Consideraciones sobre las consecuencias de la reducción del interés
  • 1671 Dos borradores del Ensayo
  • 1689 Primera carta sobre la tolerancia (en latín y anónima)
  • 1690 Ensayo sobre el entendimiento humano
  • Tratados sobre el gobierno civil
  • Segunda carta
  • 1693 Pensamientos sobre la educación
  • Tercera carta
  • 1695 Razonabilidad del Cristianismo
Obra Postuma
  • Guía de la inteligencia
  • Comentario a las epístolas de San Pablo
  • Escritos de su primer período (filo absolutista)

Filosofía de Locke

1. Introducción

Pese al predominio de la filosofía escolástica, de raíz aristotélica, en Oxford, en la época en la que Locke cursó allí sus estudios, las influencias más marcadas que podemos encontrar en su pensamiento le ligan más a la reacción anti-aristotélica de los filósofos renacentistas y a la filosofía "empirista" de Francis Bacon, que a sus propios maestros. Hay que tener en cuenta, además, la influencia de Descartes y, aún en mayor medida, la de Gassendi; pero también el carácter antidogmático y "experimental" de la física y la química nacientes, (Locke entabló relaciones amistosas con R. Boyle y su círculo de amistades), así como de la medicina (con T. Sydenham). Por lo que respecta a su pensamiento político, Locke es considerado el principal teórico del liberalismo moderno, teoría política que se identifica con los intereses político-económicos de la burguesía, en expansión, de la época, en cuya lucha contra el absolutismo monárquico participó activamente.

La filosofía de Locke se expone en un lenguaje sencillo, alejado de los tecnicismos de la escolástica, aunque no exento de dificultades, dado el distinto significado que atribuye, en distintos pasajes, a términos y expresiones fundamentales en su pensamiento. La filosofía de Locke es considerada "empirista" en el sentido en que Locke afirma que la experiencia es la fuente y el límite de nuestros conocimientos. No se trata sólo de reconocer el valor de la experiencia en el conocimiento, cosa que ya habían tenido en cuenta otros filósofos, sino de considerar la experiencia como legitimadora y limitadora del mismo, afirmación que sólo podrá surgir del análisis detallado del conocimiento humano. En este sentido, es el primer filósofo que considera que el análisis del conocimiento es la primera actividad necesaria del filósofo, a fin de determinar bajo qué condiciones es posible decir algo verdadero, superando así los discursos "dialécticos" de los escolásticos, que podrían reducirse a un mero juego de palabras sin sentido alguno. Esta tarea la emprenderá en su obra "Ensayo sobre el entendimiento humano" donde quedarán fijadas las posiciones fundamentales de su filosofía empirista.

En el "Ensayo" Locke se propone determinar qué tipo de conocimientos están al alcance de nuestro entendimiento y cuáles no, analizando también el origen y certeza de los mismos. El "Ensayo" está dividido en cuatro libros. En el primero, ("No existen principios ni ideas innatas"), negará la existencia de ideas innatas, dejando sólo abierta la posibilidad de que las ideas procedan de la experiencia. En el segundo, ("Sobre las ideas"), estudia el origen y naturaleza de nuestras ideas, estableciendo su relación con la experiencia. En el tercero, ("De las palabras"), analiza la relación entre pensamiento y lenguaje, a partir de la crítica de la idea de "sustancia". En el cuarto, ("Acerca del conocimiento y la probabilidad"), estudia los tipos de conocimiento y fija los límites y las diferencias entre conocimiento y opinión.

2. La crítica del innatismo
Por innatismo se entiende, en términos generales, la afirmación de que en el ser humano existen, desde su nacimiento, determinadas ideas o principios (de conocimiento o morales) que se encuentran, por lo tanto, en la propia naturaleza humana antes de toda experiencia. En este sentido, Platón afirma el innatismo en su teoría de la reminiscencia, innatismo que se continua en la agustiniana doctrina de la iluminación divina y, posteriormente, en Marsilio Ficino, quien lo transmitirá a los llamados platónicos de Cambridge, (entre los que se contaba Herbert de Cherbury), que insistirán en el carácter innato de las verdades religiosas y morales.

Con Descartes el innatismo se convierte en una teoría sobre la forma o estructura de la actividad del espíritu, que abrirá las puertas a la consideración del a priori kantiano. La crítica de Locke al innatismo, de todos modos, es lo suficientemente general como para poder incluir en ella a todos los defensores del innatismo, sin que quepa precisar si tenían in mente a Herbert de Cherbury y a los platónicos de Cambridge, o a Descartes, o a cualquier otro filósofo o escuela.

La crítica de Locke al innatismo se centrará en demostrar la falsedad de la afirmación de que existe un consenso universal según el cual todos los seres humanos están de acuerdo el existencia de determinados principios especulativos y morales, de donde se seguiría que tales principios, (la idea de Dios, el principio de no contradicción, los principios morales), sería innatos. En su crítica Locke apelará a la experiencia para ir mostrando cómo no existe tal consenso universal, en absoluto, y que lo que se considera principios comunes no tienen nada de tales, si atendemos a lo que unos y otros dicen entender por los mismos. Tomemos la idea de Dios, dice Locke. Hay pueblos en los que tal idea no existe, y en aquellos en los que existe hay concepciones totalmente distintas, y muchas de ellas disparatadas y ridículas, con respecto a la divinidad, lo que no podría ocurrir si la idea de Dios fuera innata. Pero ocurre: luego la idea de Dios no puede ser innata.

Lo mismo sucede si analizamos los principios especulativos, supuestamente innatos: los niños, los idiotas, y quienes no hayan tenido la oportunidad de aprenderlos, carecen por completo de tales principios. Son muchas las personas iletradas, en la sociedad europea, que llegan a la edad adulta sin tener la menor noción de tales principios; y en las tribus de América rara vez se pueden encontrar tales principios especulativos entre sus habitantes. Por ello, tales principios especulativos, (identidad, no contradicción), no pueden ser innatos.

Si analizamos el ámbito de la moralidad encontramos un panorama similar respecto a los principios morales innatos. Lo más que podemos observar son tendencias naturales hacia ciertas formas de comportamiento, pero eso no son ideas innatas de los principios morales. Por lo demás, añade Locke:

"las reglas morales requieren prueba, ergo, no son innatas. Otro motivo que me hace dudar de la existencia de principios prácticos innatos es que no creo que pueda proponerse una sola regla moral sin que alguien tenga el derecho de exigir su razón", Ensayo, I, c.3).

Lo que observamos es una total disparidad de conductas, dentro de la misma sociedad, disparidad que aumenta si la comparamos con la de otras sociedades y otras épocas históricas, lo que basta para probar que no existen tales principios morales innatos, ya que si éstos existieran no podríamos encontrar tal disparidad en las acciones humanas. Pero no sólo observamos disparidad, sino, con frecuencia, la más absoluta falta de moralidad:

"Basta observar a un ejército entrando a saco a una ciudad para ver qué observancia, qué sentido de principios morales, o qué conciencia se muestra por todos los desmanes que se cometen" (Ensayo, I, c.3).

¿Podrían tales ideas innatas encontrarse en nosotros no de forma actual, sino virtual? Tal afirmación carecería de sentido: por supuesto que estamos en condiciones de aprender en el futuro un principio matemático, por ejemplo, pero es absurdo decir que tal principio está en nosotros de una forma virtualmente innata: no tiene sentido alguno afirmar que la mente posee una idea o principio mientras no esté realmente en nuestro pensamiento.

Origen y clasificación de las ideas

Locke entiende por idea, al igual que Descartes, todo contenido mental. Si no puede haber ideas innatas, y parece innegable que poseemos contenidos mentales a los que llamamos ideas ¿de dónde proceden tales ideas? Sólo pueden proceder de la experiencia nos dice Locke. La mente es como una hoja en blanco sobre la que la experiencia va grabando sus propios caracteres: todos nuestros conocimientos proceden de la experiencia o derivan, en última instancia, de ella.
Podemos distinguir dos tipos de experiencia. Una experiencia "externa", que nos afecta por vía de la sensación, y una experiencia "interna", que lo hace mediante la reflexión. La sensación y la reflexión son, pues, las dos formas de experiencia de las que derivan todas nuestras ideas.

"Supongamos, entonces, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? ¿De dónde se hace la mente con ese prodigioso cúmulo, que la activa e ilimitada imaginación del hombre ha pintado en ella, en una variedad casi infinita? ¿De dónde saca todo ese material de la razón y del conocimiento? A esto contesto con una sola palabra: de la experiencia; he allí el fundamento de todo nuestro conocimiento, y de allí es de donde en última instancia se deriva. Las observaciones que hacemos acerca de los objetos sensibles externos o acerca de las operaciones internas de nuestra mente, que percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos, es lo que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar. Esta son las dos fuentes del conocimiento de donde dimanan todas las ideas que tenemos o que podamos naturalmente tener." (Ensayo, II, C.1)

La sensación es la principal fuente de las ideas. Los sentidos "transmiten a la mente", dice Locke, distintas percepciones, según el modo en que los objetos les afectan (colores, olores, movimiento, figura, etc) produciendo en ella las ideas correspondientes. La reflexión, aunque no tan desarrollada y generalizada como la sensación, nos permite tener experiencia de nuestras actividades mentales (percepción, pensamiento, memoria, voluntad, etc) lo que da lugar también a la creación de las ideas correspondientes. Pero además, la combinación de la sensación y la reflexión pueden dar lugar a la creación de nuevas ideas, como las de existencia, placer y dolor, por ejemplo.

Las ideas pueden ser simples y complejas. Las ideas simples son recibidas por la mente directamente de la experiencia (sensación o reflexión) de forma enteramente pasiva, y pueden ser consideradas los "átomos de la percepción", a partir de los cuales se constituyen todos los demás elementos del conocimiento. Las ideas complejas, aunque derivan de la experiencia, son formadas por la mente al combinar ideas simples, por lo que ésta adquiere un papel activo en la producción de tales ideas complejas (como las ideas de belleza, gratitud, universo, etc). Las ideas complejas puede ser de tres clases: de modos, de sustancias y de relaciones. Pero todas ellas, por alejadas que puedan parecer de los datos de la experiencia, son elaboradas por la mente a partir de la comparación y la combinación de ideas simples.

"Estas ideas simples, los materiales de todo nuestro conocimiento, le son sugeridas y proporcionadas a la mente por sólo esas dos vías arriba mencionadas, a saber: sensación y reflexión. Una vez que el entendimiento está provisto de esas ideas simples tiene el poder de repetirlas, compararlas y unirlas en una variedad casi infinita, de tal manera que puede formar a su gusto nuevas ideas complejas." (Ensayo, II, C.1)

Las ideas de los modos de ser ("llamo modos a esas ideas complejas que, cualquiera que sea su combinación, no contengan en sí el supuesto de que subsisten por sí mismas, sino que se las considera como dependencias o afecciones de las substancias. Tales son las ideas significadas por las palabras triángulo, gratitud, asesinato, etc.") se clasifican, a su vez, en simples y compuestas (o mixtas). Si combinamos una idea consigo misma tenemos una idea compleja de modo simple como, por ejemplo, la idea de tres, que resulta de combinar la idea de 1 tres veces consigo misma. Pero si combinamos ideas distintas obtenemos una idea compleja de modo mixto (o compuesta), como ocurre con las ideas de belleza, deber, hipocresía... Las ideas complejas pueden corresponderse con la realidad o no, ya que la mente puede combinar las ideas arbitrariamente, dando lugar a combinaciones que no necesariamente tiene que corresponderse con algo real.

Cualidades primarias y secundarias

En el capítulo titulado "Algunas otras consideraciones sobre nuestras ideas simples", antes de hablar más ampliamente de las ideas complejas, nos propone Locke la distinción entre las ideas y las cualidades, primero, y posteriormente la distinción entre las cualidades primarias y las secundarias.

"Llamo idea a todo lo que la mente percibe en en sí misma o es objeto inmediato de percepción, pensamiento o conocimiento; y llamo cualidad del sujeto en que radica una tal capacidad a la capacidad de producir alguna idea en nuestra mente". (Ensayo, 2, 8, 8; p. 169)

Las ideas son, pues, sensaciones o percepciones; mientras que las cualidades son "capacidades del objeto" para producir en nosotros alguna idea. Veamos el ejemplo que utiliza Locke para introducirnos en dicha distinción: "Así, una bola de nieve tiene el poder de producir en nosotros las ideas de blanco, frío y redondo; a esos poderes de producir en nosotros esas ideas, en cuanto que están en la bola de nieve, los llamo cualidades; y en cuanto son sensaciones o percepciones en nuestro entendimiento, los llamo ideas; de las cuales ideas, si algunas veces hablo como estando en las cosas mismas, quiero que se entienda que me refiero a esas cualidades en los objetos que producen esas ideas en nosotros". (Ensayo, II, C.8)

Pero podemos distinguir aún dos tipos de cualidades: las primarias y la secundarias. Las primarias "están" en los objetos, mientras que las secundarias "no están" en los objetos, y actúan por medio de las cualidades primarias. En un objeto podemos encontrar determinadas "cualidades", como la solidez, la extensión, la forma, y otras distintas de éstas, como los colores, el gusto, el sonido y el olor. Ahora bien, mientras las ideas de solidez, extensión y forma son "imágenes" de los objetos y guardan una semejanza con ellos, las ideas de color, Augusto, sonido, olor, no se puede decir que sean "imágenes" de los cuerpos y carecen de toda semejanza con ellos; la idea de "solidez" imita al objeto que produce tal idea, pero la idea de color no "copia " el color del objeto mismo.

Locke considera, pues, que las cualidades primarias reproducen algo que está en el objeto, mientras que las secundarias no, por lo que las primarias serían "objetivas" y las secundarias "subjetivas", siguiendo la distinción adoptada ya anteriormente por Galileo y Descartes, y que ya había sido tenida en consideración en la antigüedad por Demócrito de Abdera. Las ideas de cualidades primarias, al representar algo que está en el objeto, son válidas para progresar en reconocimiento objetivo, mientras que las cualidades secundarias, al "no estar" en los objetos, no lo son, por lo que las inferencias o deducciones que podamos extraer de ellas no tienen valor cognoscitivo, valor objetivo.

La idea de sustancia y las ideas de relaciones

La idea de sustancia

Las ideas de cualidades se presentan a nuestra mente formando grupos en los que suelen aparecer cualidades primarias y secundarias asociadas a la misma experiencia, con pequeñas variaciones, según los momentos, lugares y circunstancias en que tales experiencias se produzcan. Cómo no podemos concebir el modo en que tales ideas puedan subsistir por sí mismas, suponemos existencia de algo, de un sustrato que les sirva de soporte, al que llamamos "sustancia".

"...al no imaginarnos de qué manera puedan subsistir por sí mismas esas ideas simples, nos acostumbramos a suponer algún substratum donde subsistan y de donde resultan; el cual, por lo tanto, llamamos substancia" (Ensayo, II, 23)

Ello no quiere decir, sin embargo, que Locke considere que la idea general de sustancia es un simple producto de la imaginación y no tenga existencia real. La idea general de sustancia es el resultado de una inferencia, realizada a partir de la existencia de cualidades que "necesitan" un soporte en el que existir, soporte que permanece desconocido para nosotros, pero cuya existencia y realidad queda suficientemente probada, según Locke, con dicha inferencia, aunque tal idea de "sustancia" no sea ni clara ni distinta.

Junto a la idea general de sustancia encontramos las ideas de sustancias particulares, que resultan de la combinación de ideas simples, mediante las que nos referimos a las cosas particulares como siendo sustancias. Así, por ejemplo, la combinación de ideas simples (forma, tamaño, color, etc) que hallamos en la experiencia la designamos con nombre ("árbol", "mesa", "cosa"...) con el que nos referimos a tal combinación como a una "sustancia".

Dado que las ideas simples proceden de la experiencia (de sensación o de reflexión) la idea de sustancia remite a un sustrato material, por lo que resultaría difícil poder hablar de "sustancias espirituales", a menos que añadiésemos la idea de "pensante" a la idea de sustancia, convirtiéndose así la sustancia en una "sustancial espiritual", modo en el que obtenemos también a la idea de Dios, "a partir de ideas simples que obtenemos por reflexión" (Ensayo, 2, 23).

"la sensación nos convence de que hay unas substancias sólidas extensas, y la reflexión de que hay unas substancias pensantes. La experiencia nos asegura de la existencia de tales seres, y de que el uno tiene la potencia de mover al cuerpo por impulso, y el otro, por pensamiento" (Ensayo, II, 23)


Las ideas de relaciones

Además de las ideas de modos y de sustancias, tenemos ideas de relaciones, que resultan de referir una cosa a otra, o de comparar dos cosas entre sí, bien dándole un nombre a una de las cosas, o a ambas, (distinto al que tiene fuera de dicha comparación), o a la idea misma de la comparación establecida entre ellas. La relación, no obstante, no forma parte del existencia "real" de las cosas, sino que es algo sobreinducido, aunque no pueda ser contraria a la naturaleza de las cosas entre las que se da dicha relación, de lo que parece seguirse que las ideas de relaciones son puramente mentales.

Entre estas ideas están las ideas de causalidad e identidad. Respecto a la idea de causalidad, Locke entiende por causa aquello que produce una idea (simple o compleja) y por efecto, lo producido. ("Aquello que produce cualquier idea simple o compleja lo denotamos por el nombre general de causa; y aquello que es producido por el nombre de efecto", Ensayo, II, 26). Tanto la noción de causa como la de efecto proceden de la experiencia, es decir, de ideas recibidas por sensación o por reflexión; aunque la idea de causalidad, al ser una relación, es un producto de la mente, tienen, no obstante, un fundamento real en la capacidad que tienen la sustancias de afectar a otras, produciendo ideas en nuestra mente. La mejor prueba de tal capacidad no la encuentra Locke, sin embargo, en la experiencia externa, sino en la interna, donde podemos experimentar la capacidad de nuestra volición para comenzar, reprimir, continuar o finalizar actos de nuestra mente y/o de nuestro cuerpo.

No queda claro en la explicación de Locke, sin embargo, cómo la mente es capaz de captar la conexión necesaria entre la causa y el efecto, a no ser mediante el recurso a una certeza de la intuición, más cercana al racionalismo cartesiano que a los postulados empiristas de su propia filosofía, con los que resulta difícilmente conciliable tal explicación. No obstante, está convencido de la necesidad de ese nexo entre la causa y el efecto manteniéndose, en este punto, de acuerdo con uno de los postulados básicos de la metafísica tradicional.

En cuanto a la idea de identidad, remite a la existencia de algo en el mismo espacio y tiempo, existencia que debe ser continuada en el caso de los seres orgánicos, como el ser humano, en los que distintas células nacen y mueren constantemente, pudiendo entonces hablar del "mismos" ser cuando se produce una continuidad corporal, por lo que la idea de identidad procede totalmente del experiencia. ¿Qué ocurre entonces con los seres orgánicos pensantes? La identidad personal queda entonces identificada con la identidad de la conciencia, ("...en el tener conciencia reside la identidad personal", Ensayo, II, 27), que es inseparable del pensamiento. Si en dos momentos distintos tuviésemos dos conciencias distintas e inconmensurables entre sí, tendríamos que hablar de dos identidades, como ocurre cuando una persona cuerda pierde la razón, y como prueba la experiencia, ya que no atribuimos las acciones del cuerdo al loco y viceversa, sino que las consideramos realizadas por dos personas distintas.

El lenguaje. Los términos universales

El lenguaje. Los términos universales.
Tras haber explicado el origen y las clases de ideas y antes de analizar el conocimiento que podemos obtener con ellas, Locke analizará el lenguaje, dado que las ideas se expresan con palabras, mediante las que, además, nos comunicamos con los otros seres humanos.

Las palabras son signos convencionales, por lo que su significado no es natural, sino producto de una convención; Las palabras representan ideas y éstas, a su vez, siendo objetos inmediatos del pensamiento, representan cosas o signos de cosas, en gran número de ocasiones. Las ideas que son producidas por las cosas (ya sabemos que hay otras ideas que son meros productos mentales), las podemos considerar como signos naturales, de modo que la idea de "perro" es la misma en todos los seres humanos, pero la palabra con la que representamos esa idea, no lo es ("perro", en castellano, "chien", en francés, "dog", en inglés), de modo que parece que el mismo pensamiento lo podemos expresar mediante distintos lenguajes.

Ese carácter representativo de ideas que tiene el lenguaje no está exento, sin embargo, de errores e imprecisiones, ya que en muchas ocasiones resulta difícil asegurarse de que quienes utilizan la misma palabra tienen "in mente" el mismo significado; menos aún cuando se trata de ideas complejas de difícil comprensión y asimilación, lo que resulta prácticamente inevitable.

"Aunque, hablando con propiedad, la verdad y la falsedad sólo pertenecen a las proposiciones, sin embargo, frecuentemente se dice de las ideas que son verdaderas o falsas, porque ¿qué palabras hay que no se usen con gran lasitud, y con alguna desviación de su significación estricta y propia?..." (Ensayo, II, C. 32)

"...todo hombre tiene una tan inviolable libertad de hacer que las palabras signifiquen las ideas que mejor le parezcan, que nadie tiene el poder de lograr que otros tengan en sus mentes las mismas ideas que las que él tiene, cuando usan las mismas palabras que él usa." (Ensayo, III, C. 2)

Además podemos "crear" palabras que no tengan significado alguno, o que remitan a ideas confusas (como las utilizadas por los escolásticos y metafísicos, dice Locke), o utilizarlas abusivamente dándoles significados distintos en el transcurso de una discusión, o "cosificarlas" (identificando así ilegítimamente la estructura del lenguaje con la de la realidad), por recurrir simplemente a la elocuencia y la retórica, por lo que estos usos del lenguaje nos alejan de un discurso crítico y coherente, que añade una dificultad más al empeño puesto en la búsqueda de conocimientos objetivos. Para compensar estas dificultades Locke propone un estudio crítico del lenguaje, estudio que no será realizado en profundidad, como sabemos, hasta el siglo XX.

Lo que si hace Locke es analizar el origen, significado y uso de los términos generales o universales, de los conceptos "abstractos", de los que hacemos un uso tan constante en el lenguaje habitual y en el filosófico. Dado que todo ente es particular ¿de dónde proceden los términos universales, generales?

"Las palabras se convierten en generales al hacerse de ellas signos de ideas generales, y las ideas se convierten en generales cuando se les suprimen las circunstancias de tiempo y de lugar y cualesquiera otras ideas que puedan determinarlas a tal o cual existencia particular." (...) "lo general y lo universal no pertenecen a la existencia real de las cosas, sino que son invenciones y criaturas del entendimiento, fabricadas por él para su propio uso." (Ensayo, III, C.3)

A través de la experiencia entramos en contacto con entidades particulares (vemos un caballo, luego otro, etc) y a raíz de esa sucesión de ideas particulares formamos una idea general, (la idea de "caballo"), tomando las características comunes y dejando al margen los rasgos diferenciadores entre ellos. Al aplicar una palabra ("caballo") a esa "idea general" de caballo así formada, la palabra "caballo" adquiere un carácter universal, al representar una idea universal. Este proceso se puede continuar, formando ideas más universales cada vez, que serán representadas por los términos o palabras correspondientes (mamífero, cuadrúpedo, vertebrado, etc) ¿Dónde están pues lo universal, lo general? No en las cosas, sino en las ideas y palabras, que son creaciones de nuestra mente. Los términos generales se refieren, pues, no a cosas, sino a clases o grupos de cosas; cuando una entidad concreta se adecua a la idea general en cuestión, se clasifica bajo el nombre con que designamos a esa idea general, a esa clase de objetos. No hay, dice Locke, un fundamento objetivo en tal proceso de construcción de ideas generales y en el de los correspondientes términos generales, por lo que tal proceso nos lleva exclusivamente a captar la "esencia nominal" de las cosas, no su "esencia real", esencia real que, excepto en el caso de las ideas y modos simples, nos permanece totalmente desconocida.

"...esas esencias reales nos son desconocidas. Nuestras facultades no nos conducen, en el conocimiento y distinción de las substancias, más allá de una colección de aquellas ideas sensibles que advertimos en ellas; las cuales colecciones, por más que se formen con la mayor diligencia y exactitud de que seamos capaces, están muy alejadas de la verdadera constitución interna de donde fluyen esas cualidades." (Ensayo, III, C. 6)

Así pues, la pretensión de la metafísica tradicional de que las ideas universales o abstractas nos ofrecían el conocimiento de la "esencia" de las cosas, queda totalmente desautorizada. Conocemos exclusivamente la "esencia nominal", ya que "nuestro intento de distinguir las substancias en especies por medio de nombres no se funda en modo alguno sobre sus esencias reales" (Ensayo, III, C.6).

El conocimiento. Niveles y tipos de conocimiento

El análisis del conocimiento

Hemos visto, al hablar del origen y clasificación de las ideas, que las ideas son contenidos mentales, aunque procedan o deriven de la experiencia. Siendo el conocimiento una operación del entendimiento, los objetos inmediatos sobre los que ha de versar serán las ideas (contenidos mentales) y no las cosas. Así, el conocimiento consistirá en ciertas operaciones que realizamos con las ideas, operaciones que se refieren a la capacidad que tenemos de percibir la conexión y el acuerdo o desacuerdo entre ellas. ("El conocimiento es la percepción del acuerdo o desacuerdo de dos ideas", Ensayo, IV, C.I). El entendimiento no puede acceder a las cosas, sino sólo a sus propios contenidos mentales, las ideas El conocimiento, pues, no podrá consistir en el acuerdo o desacuerdo entre las ideas y las cosas, como mantenía la interpretación aristotélica, sino en el acuerdo o desacuerdo de las ideas, es decir, entre los contenidos mentales a los que tiene acceso. Esta posición planteará serios problemas en relación con nuestro conocimiento de la existencia de las cosas, los objetos externos a nuestra mente, especialmente en lo referido a la existencia de Dios. Locke tratará de superar esta dificultad distinguiendo las diversas maneras en que podemos interpretar la noción de acuerdo o desacuerdo entre las ideas. Así, podemos hablar de "acuerdo" en cuatro sentidos.

Cuando nos referimos a la identidad de una idea, de la que de un modo inmediato estamos seguros y no confundimos con otra, como ocurre cuando estamos seguros de que la idea de "blanco" no es la de "rojo".

Podemos hablar también del acuerdo o desacuerdo que hay entre dos ideas, como ocurre en matemáticas, donde podemos determinar la relación o ausencia de relación entre las ideas.

También podemos interpretar el "acuerdo" como coexistencia de una idea con otras, como ocurre cuando nos referimos a una sustancia particular, y estamos seguros de que una característica de esa sustancia (que es una idea compleja) acompaña siempre a los demás características con las que forma la idea compleja de tal sustancia.

Por último se refiere Locke al acuerdo o desacuerdo de la idea de algo con la existencia real de ese algo, con lo que parece aceptar la posibilidad de conocer la relación no sólo entre ideas, sino también entre las ideas y las cosas (lo que exigiría del entendimiento poder ir más allá de los contenidos mentales suministrados por la experiencia, proposición que contradice sus propios principios empiristas).

Niveles o grados de conocimiento

Descartes había propuesto la existencia de dos tipos de conocimiento: el conocimiento intuitivo y el conocimiento deductivo. Inspirado en el modelo del conocimiento matemático, a partir de la intuición de ideas claras indistintas (es decir, de las que no podemos dudar) se abre un proceso deductivo que nos puede llevar al conocimiento de todo cuanto es posible conocer. Pese a sus principios empiristas, Locke aceptara esta clasificación cartesiana, a la que añadirá, no obstante, una tercera forma de conocimiento sensible de la existencia individual.

Locke distinguirá, pues, tres niveles o tipos de conocimiento: el conocimiento intuitivo, el conocimiento demostrativo y el conocimiento sensible.

El conocimiento intuitivo se da cuando percibimos el acuerdo o desacuerdo de las ideas de modo inmediato, a partir de la consideración de tales ideas y sin ningún proceso mediador. ("... a veces la mente percibe de un modo inmediato el acuerdo o desacuerdo de dos ideas por sí solas, sin intervención de ninguna otra; y a esto, creo, puede llamarse conocimiento intuitivo", Ensayo, IV, C.2). Lo que percibimos por intuición no está sometido a ningún género de duda y Locke considera que este tipo de conocimiento es el más claro y seguro que puede alcanzar la mente humana. Como ejemplo más claro de conocimiento intuitivo nos propone Locke el conocimiento de nuestra propia existencia, que no necesita de prueba alguna ni puede ser objeto de demostración, siguiendo claramente la posición cartesiana sobre el carácter intuitivo del conocimiento del "yo". ("Por lo que toca a nuestra propia existencia, la percibimos tan llanamente y con tanta certidumbre, que ni requiere, ni es capaz de prueba alguna, porque nada puede ser para nosotros más evidente que nuestra propia existencia", Ensayo, IV, C.9). Es cierto que Locke no explica con demasiada amplitud las características de ese "yo", pero en todo caso no se está refiriendo al conocimiento de un alma inmortal, sino sólo a una existencia pensante.

El conocimiento demostrativo es el que obtenemos al establecer el acuerdo o desacuerdo entre dos ideas recurriendo a otras que sirven de mediadoras a lo largo de un proceso discursivo en el que cada uno de sus pasos es asimilado a la intuición. El conocimiento demostrativo sería, pues, una serie continua de intuiciones (como lo es el conocimiento deductivo en Descartes) al final de la cual estaríamos en condiciones de demostrar el acuerdo o desacuerdo entre las ideas en cuestión, y se correspondería con el modelo de conocimiento matemático. ("En cada paso que da la razón cuando se trata del conocimiento demostrativo, hay un conocimiento intuitivo acerca del acuerdo o del desacuerdo que busca respecto a la próxima idea intermedia que usa como prueba", Ensayo, IV, C.2). Un conocimiento de este tipo es el que tenemos de la existencia de Dios nos dice Locke. Cualquier demostración ha de partir de algunas certeza intuitiva; en el caso de la demostración del existencia de Dios Locke partirá del conocimiento intuitivo de nuestra propia existencia, recurriendo a otras ideas intermedias, que proceden también de la intuición, que nos permiten demostrar la necesidad de tal existencia. Pero el ejemplo más claro de conocimiento demostrativo es, sin lugar a dudas, el conocimiento matemático, en el que podemos observar el progreso deductivo a partir de un pequeño número de principios que se consideraban, por aquel entonces, evidentes e indemostrables: los postulados o axiomas.

El conocimiento sensible es el conocimiento de las existencias individuales, y es el que tenemos del Sol y demás cosas, por ejemplo, cuando están presentes a la sensación. No deja de resultar sorprendente que Locke añada esta forma de conocimiento a las dos anteriores, a las que considera las dos únicas formas válidas de conocimiento ("al margen de las cuales sólo es posible tener fe u opinión"). Más aún si consideramos que el conocimiento ha de versar sobre ideas, como se ha dicho anteriormente. El conocimiento sensible, sin embargo, nos ofrece el conocimiento de cosas, de existencias individuales, que están más allá de nuestras ideas.

¿Cómo es posible verificar el acuerdo o desacuerdo entre una idea (un contenido mental) y la existencia de lo que suponemos que causa esa idea (algo extramental)? Siguiendo los principios empiristas de Locke resultaría imposible verificar tal acuerdo o desacuerdo, ya que deberíamos ir más allá de las ideas, de la experiencia. Locke se muestra convencido, no obstante, de que las ideas simples están causadas por cosas que actúan sobre la mente para crear tales ideas, por lo que han de poseer similitud o conformidad entre ambas. Y no es posible encontrar otro argumento como justificación de que poseemos un conocimiento sensible sobre las cosas, sobre las existencias particulares.

El problema se agrava si consideramos las ideas complejas, pues en ese caso hay una clara elaboración mental de cuya concordancia con la existencia real "extramental" no podemos tener ni siquiera tal convencimiento, como ocurre en el caso de la sustancias particulares, de las que Locke ya nos había dicho que no podíamos conocer su esencia real. No obstante, Locke considera que sí cabe un conocimiento de su esencia nominal, como hemos visto anteriormente, ya que la idea compleja de sustancia es un haz o agregado de ideas simples que tienen, cada una de ellas, un correlato sensible en la realidad extramental, volviendo así a la argumentación utilizada con las ideas simples y reencontrando la misma dificultad. En todo caso, a pesar de las dificultades, Locke se muestra convencido del existencia real del mundo, de las cosas...

Las demás supuestas formas de "conocimiento" no pasarán de ser una mera probabilidad, ("la probabilidad es la apariencia del acuerdo de las ideas, sobre pruebas falibles"), o serán englobadas en el ámbito de la fe es decir, en lo que no es conocimiento. ("La fe, en cambio, es el asentimiento que otorgamos a cualquier proposición que no esté fundada en deducción racional", Ensayo, IV, C.18).

Las ideas políticas de J. Locke

El pensamiento político de John Locke se encuentra desarrollado en las "Cartas sobre la tolerancia", (de 1689,1690 y 1693), y en los "Tratados sobre el gobierno civil", de 1690, especialmente en el segundo (siendo el primero de caracter fundamentalmente polémico). Las primeras suponen un alegato en favor de la democracia, y en las últimas Locke intenta fundamentar filosófica y políticamente el Estado, buscando en su origen su legitimidad. Expone, además, los postulados básicos del liberalismo. Se ha interpretado esta obra como una simple justificación de la Revolución de 1688, aunque es evidente que su intención es más amplia.

El estado de naturaleza y la ley moral natural.

El estado de naturaleza se caracteriza por la libertad e igualdad de todos los hombres, en ausencia de una autoridad común. Los hombres se mantendrán en ese estado hasta que, por su propia voluntad, se conviertan en miembros de una sociedad política.

A diferencia de Hobbes, para Locke el estado de naturaleza no se identifica con el estado de guerra. Bien al contrario: el estado de guerra constituye una violación, una degeneración del estado de naturaleza, mediante la imposición de la fuerza en ausencia de todo derecho, una desvalorización de lo que el estado de naturaleza debe ser.

Pero ¿Cómo sabemos lo que el estado natural debe ser? Porque existe una ley moral natural que lo regula, y tal ley puede ser descubierta por la razón. Esta ley es universalmente obligatoria, promulgada por la razón humana como reflejo de Dios y sus derechos... Esta ley se impone a los hombres en ausencia de todo Estado y legislación.

La ley moral natural proclama, al mismo tiempo, la existencia de unos-derechos naturales y sus deberes correspondientes. Entre ellos, Locke destaca: el derecho a la propia conservación, a defender su vida, a la libertad, y a la propiedad privada...

El derecho natural de propiedad privada.

Puesto que el hombre tiene el derecho y el deber a la propia conservación, tendrá derecho a poseer las cosas necesarias para ese fin. Por ello, para Locke, el derecho a la propiedad privada es un derecho natural..

El título de propiedad es el trabajo. Es cierto que Dios no ha dividido la tierra ni distribuido sus riquezas, sino que ésta pertenece por igual a todas las criaturas; pero la razón nos enseña que la existencia de la propiedad privada está de acuerdo con la voluntad de Dios, ya que aquello que el hombre obtiene mediante su trabajo (de ese dominio común natural: la tierra) le pertenece tanto como su propio trabajo.

Según esta interpretación, el trabajo constituye tanto la fuente de apropiación de bienes como su límite, ya que sólo aquellos bienes sobre los que el hombre ha invertido su propio trabajo le pertenecen. Por otra parte, admite Locke también el derecho a heredar la propiedad, basándose en que la familia es una "sociedad natural", naciendo ya sus miembros con el derecho a la herencia.

Los orígenes de la sociedad política: el pacto.

Aunque los hombres poseen (en el estado de naturaleza) una ley natural, no se sigue de ello que todos la respeten de hecho, ni que respeten los derechos de las demás. Por ello, es de interés del ser humano, dice Locke, constituir una sociedad organizada para la más efectiva preservación de sus derechos y libertades, mediante un acuerdo o pacto establecido entre ellos.
La constitución de una sociedad civil supone, no obstante, renunciar a ciertos derechos; pero conlleva unos beneficios que Locke resume en los siguientes términos:
  • Los hombres disponen de una ley escrita que define la ley natural., evitando controversias sobre ella...
  • Se establece un sistema judicial que goza del reconocimiento general y evita arbitrariedades.
  • Se crea un poder capaz de castigar crímenes, y de obligar a ejecutar las sentencias.
  • Se conserva la propiedad privada.
La sociedad civil y el gobierno establecido se basan, pues, en fundamentos racionales, es decir, en el consentimiento. Las restricciones que la sociedad civil impone al estado de naturaleza sólo se pueden justificar mediante el consentimiento: nadie puede ser sacado del estada de naturaleza y ser sometido al poder politice sin su propio consentimiento, libremente.
En el origen de la sociedad civil y del gobierno nos encontramos, pues, con un pacto, con un contrato; y en el pacto el hombre renuncia a sus poderes legislativos y ejecutivos en favor de la sociedad; pero no renuncia a su libertad, aunque si la restringe. Esta dejación de poderes tiene por objeto, precisamente, el disfrutar con más seguridad de su libertad.

Constitución y disolución del gobierno. La división de poderes.

Para Hobbes el mismo acto del contrato generaba simultáneamente la saciedad civil y el Estado. Para locke no es este, el caso: la relación entre el gobierno y sus súbditos queda definida como mandato, es decir, como el encargo de una tarea... Así, mediante el pacto se constituye la sociedad civil y, posteriormente, el pueblo se constituye en asamblea y elige un gobierno al que confía una tarea. Ambos momentos constitutivos están claramente diferenciados.
Además, el poder del Estado no puede estar concentrado en los mismos representantes (contra el absolutismo). Bien al contrario: la garantía de que no se produzca abuso de poder radica en una estricta división del mismo en tres ámbitos diferenciados que deben ser detentados por personas distintas. La división de poderes se estructura como sigue:
  • El poder legislativo constituye el poder supremo en sentido estricto (Asamblea.), pero no es un poder absoluto: tiene que responder de la confianza puesta en él y respetar la ley moral natural...
  • El poder ejecutivo es el encargado de realizar los mandatos del legislativo.
  • El poder federativo encargado de la seguridad del Estado y de las relaciones con el exterior. (Nota: para Locke el poder judicial no es un poder independiente, siendo sólo un aspecto del ejecutivo).
Un gobierno se disolverá siempre que se de alguna de las siguientes situaciones:

a. Disolución por causas externas: cuando la sociedad que gobierna no pueda perdurar al ser conquistado el Estado por un Estado enemigo.
b. Por causas internas:
  • Siempre que el legislativo sea modificado arbitrariamente o sometido a un poder absoluto que le impida actuar libremente.
  • Si el detentor del poder ejecutivo es incapaz de poner las leyes en vigor.
  • Si el ejecutivo o el legislativo obran contrariam.ente al mandato encomendado.
Cuando un gobierno queda disuelto por cualquiera de estas causas la rebelión de los súbditos queda justificada...


Adriana Trujillo
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SAN ANSELMO DE CANTERBURY

Biografía de San Anselmo de Canterbury


San Anselmo era originario de Aosta, en el Piamonte, en Italia, donde nació en el año 1033. A pesar de ello es más comúnmente conocido como san Anselmo de Canterbury, al haber sido arzobispo de dicha ciudad durante algunos años, donde murió en 1109. Su educación corrió a cargo de los benedictinos, luego de una experiencia poco afortunada con el primero de los profesores a los que fue encomendado, al no haberle sabido transmitir el aprecio por los estudios.

A los quince años intentó ingresar en un monasterio, impidiéndoselo su padre, que le tenía reservados otros menesteres más mundanos; pero luego de haberse sometido a su voluntad, y haber olvidado durante algún tiempo sus inclinaciones religiosas, ingresó a los 27 años en el monasterio de Bec, en Normandía, donde se convirtió en amigo y discípulo del Abad Lanfranco. Posteriormente fue nombrado él mismo Abad de dicho monasterio, donde compuso dos de sus obras más conocidas: El Monologion, meditación teológico-filosófica sobre las razones de la fe, en donde nos presenta algunas pruebas de la existencia de Dios, propias de la tradición agustiniana , y el Proslogion, donde encontramos el llamado "argumento ontológico", que constituye la aportación más original de san Anselmo a la filosofía medieval.

En 1092 se dirigió a Inglaterra, a Canterbury, donde luego de varias negativas a aceptar el cargo, fue nombrado arzobispo de la sede, ejerciendo como tal hasta su muerte, a pesar de verse obligado a abandonar la ciudad en varias ocasiones, por diversos conflictos mantenidos con Guillermo el Rojo y, posteriormente, con Enrique I.

La filosofía de San Anselmo

San Anselmo de Canterbury fue uno de los filósofos más relevantes de la tradición agustiniana, por lo que debemos situarlo en la esfera de influencia filosófica del platonismo. No obstante, sus preocupaciones fundamentales eran de tipo religioso y espiritual. En este sentido concibe la filosofía como una ayuda para comprender la fe: hay una sola verdad, la revelada por Dios, que es objeto de fe; pero la razón puede añadir comprensión a la fe y, así, reforzarla. La expresión "credo, ut intelligam" resume su actitud: la razón sola no tiene autonomía ni capacidad para alcanzar la verdad por sí misma, pero resulta útil para esclarecer la creencia. La razón queda situada en una relación de estricta dependencia con respecto a la fe.

En su obra "Monologion" San Anselmo había presentado ya algunos argumentos sobre la demostración de la existencia de Dios, acompañando a otras reflexiones de carácter marcadamente teológico. La demostración que nos ofrece en el "Proslogion" fue motivada, según sus propias palabras, por la petición de sus compañeros benedictinos de reunir en un solo argumento la fuerza probatoria que los argumentos presentados en el "Monologion" ofrecían en conjunto. Con esta prueba, conocida como "argumento ontológico", San Anselmo pretende no sólo satisfacer dicha petición sino también dotar al creyente de una razón sólida que el confirme indudablemente en su fe. El argumento en cuestión lo formula San Anselmo como sigue, en el capítulo II del Proslogion:

"Así, pues, ¡oh Señor!, Tú que das inteligencia a la fe, concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente, entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente, creemos que Tú eres algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.

Se trata de saber si existe una naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios.

Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe.

Porque una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra que entienda que la cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de antemano el cuadro que va a hacer, lo tiene ciertamente en su entendimiento, pero no entiende todavía que exista lo que todavía no ha realizado. Cuando, por el contrario, lo tiene pintado, no solamente lo tiene en el entendimiento sino que entiende también que existe lo que ha hecho. El insensato tiene que conceder que tiene en el entendimiento algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, porque cuando oye esto, lo entiende, y todo lo que se entiende existe en el entendimiento.

Y ciertamente aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir sólo en el entendimiento. Pues si existe, aunque sólo sea también en el entendimiento, puede pensarse que exista también en la realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor.Luego existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado."

El argumento ontológico fue llamado así por primera vez por Kant (s. XVIII), y ha sido uno de los argumentos más polémicos de la historia de la filosofía. Filósofos de la talla de Descartes y Hegel lo consideran válido y lo introducen en sus respectivos sistemas. Otros, como Sto. Tomás, Hume y Kant, rechazarán la validez del argumento, negando su fuerza probatoria. San Anselmo introduce el argumento en el contexto de una plegaria a Dios y su estructura lógica puede resumirse como sigue:

a. Concebimos a Dios como aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, y esa idea de Dios es comprendida por cualquiera.

b. Pero aquello mayor que lo cual nada puede pensarse debe existir no sólo mentalmente, en la idea, sino también extramentalmente, en la realidad, pues siendo la existencia real una perfección, será más perfecto ("mayor que..".) el ser existente en la realidad que otro que posea los mismos atributos pero que sólo exista mentalmente; de otro modo caeríamos en una flagrante contradicción, lo que no puede ser aceptado por la razón.

c. En consecuencia, Dios existe no sólo en la mente (como idea) sino también extramentalmente, en la realidad.

La premisa mayor presenta simplemente, según San Anselmo, la idea de Dios, la idea que tiene de Dios un hombre, aunque niegue su existencia. La premisa menor está clara, puesto que si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en la mente no sería aquello mayor que lo cual nada puede pensarse. Algo más grande podría pensarse, a saber, un ser que existiese en la realidad extramental y no únicamente en la idea.

El argumento se desarrolla, pues, a partir de una definición de Dios que, a juicio de San Anselmo, puede ser comprendida y aceptada por cualquiera. En un segundo momento se centra en el análisis de esa misma idea y en sus implicaciones, recalcando el absurdo que resultaría de concebir mentalmente un ser perfecto y negarle la mayor perfección: la existencia. Concluye afirmado la existencia necesaria de Dios como una exigencia de la razón para evitar tal absurdo. Todo el desarrollo del argumento transcurre en el ámbito del pensamiento, progresando de la simple idea a la necesidad de admitir la existencia de Dios, sin apelar a otra instancia que a la razón y a uno de sus principios fundamentales: el de no admitir la contradicción.

Gaunilon, monje contemporáneo de San Anselmo, critica en el "Liber pro insipiente" la validez del argumento alegando que el paso de lo ideal (lo pensado) a lo real (lo existente) no está justificado, dado que dichos elementos no son homogéneos. Para explicar la ilegitimidad del mismo se sirve de una metáfora: supongamos que alguien tiene la idea de unas Islas Afortunadas perfectas y paradisíacas, y concluye que, a partir de tal idea, deben existir necesariamente debido a su perfección, pues la existencia es una perfección. Nadie daría crédito a la persona que argumentara de tal modo y pretendiera demostrar así la existencia de dichas islas, resultando clara la ilegitimidad del argumento, tal como ocurre con la prueba anselmiana de la existencia de Dios.

San Anselmo replica a Gaunilon destacando lo impropio de la comparación. En primer lugar, no se puede equiparar la existencia de Dios, inmaterial, con la existencia de las Islas Afortunadas, materiales. En segundo lugar, Dios es un ser necesario, mientras que las Islas son contingentes, por lo que no hay en su idea (concepto) nada que nos conduzca a pensarlas como necesarias y, por lo tanto, como existentes. Pero si esto es así, entonces san Anselmo introduce ya en la idea de Dios exigencias metafísicas, como la existencia de seres contingentes y un ser necesario, o la organización de lo real en distintos grados de ser, alejándose del punto de partida del argumento, que debería ser la idea de Dios que cualquiera pueda concebir en su mente, suponiendo ya así la idea de la que se parte lo que se debería demostrar.

Parece entonces que la idea de Dios que pide al principio de su prueba San Anselmo no es la que puede tener cualquiera en su mente, sino que supone compartir varios presupuestos doctrinales o filosóficos, entre los que se han destacado los siguientes:

a) Partir de la idea de Dios suministrada por la Revelación.
b) Identificar el orden lógico con el real.
c) Concebir la existencia divina como un simple atributo de su esencia.

Por esta razón Sto. Tomás rechazará la validez del argumento, eligiendo un dirección totalmente opuesta a la de San Anselmo en sus cinco pruebas en las que tomará la experiencia, la realidad sensible, como el punto de partida de su argumentación, siguiendo su formación aristotélica, que no acepta otro punto de partida del conocimiento sino la experiencia.

Respecto al tema de la creación del mundo, otra de las cuestiones teológicas de las que se ocupó la filosofía medieval, San Anselmo la trata en los capítulos 7 y 8 del "Monologion", siguiendo las pautas trazadas por la tradición agustiniana. La idea de creación es extraña al pensamiento griego, y no hay posibilidad de encontrar entre ninguno de sus filósofos referencias útiles al tema, sino más bien numerosos argumentos sobre la imposibilidad de concebir racionalmente el paso del ser al no ser, o del no ser al ser.

No obstante, el intento de conciliar la filosofía con la teología cristiana, aunque la filosofía fuera considerada sólo como un instrumento o una "sierva" de la teología, lleva a los filósofos medievales a buscar alguna solución, que difícilmente puede mantenerse sin aceptar el recurso a lo extraordinario: la creación, para San Anselmo es, pues, obra de Dios, y tuvo lugar "ex nihilo", a partir de la nada. Ello no debe interpretarse como si la nada fuese la causa de la creación, nos dice: la causa de la creación es Dios. Tampoco debe interpretarse la nada como si fuese "algo" indeterminado, o una materia preexistente sobre la que Dios actuara al modo del Demiurgo platónico. La creación es un acto libre de Dios mediante el cual el mundo es traído a la existencia de un modo radical, absoluto, originario.


Adriana Trujillo.

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HENRY SIDGWICK

Henry Sidgwick fue un eminente filósofo, nacido en Inglaterra durante el siglo XIX, influyendo mucho sobre la ética y la política anglo-americana de esta época. Entre sus actividades intelectuales, Sidgwick fue epistemology, un economista, humanista, teórico político, historiador de la política, parapsicólogo y un teórico de la educación y de la pedagogía.

Nacido el 31 de mayo de 1838 y fallecido el 28 de agosto de 1900 vivió así toda su vida bajo el reinado(reino) de Reina Victoria, que comenzó en 1837 y se terminó a la muerte de ésta, en 1901. En octubre de 1855, Henry Sidgwick dejó la morada familiar para la misma universidad que aquella en la que su padre estudió, la de Cambridge; residió allí hasta su muerte en 1900. En 1876, se casó con Eleanor Mildred Balfour, la hermana de uno de sus antiguos estudiantes, Arthur James Balfour, sobrino de Lord Salisbury. Al final de una carrera brillante de estudiante en matemáticas y ciencias humanas, Sidgwick se hizo en 1859 con el cargo de Profesor en Trinity College of Cambridge, una rama de la Universidad de Cambridge. Fue tanbien miembro, durante da vida de estudiante, del círculo muy cerrado por la sociedad secreta: Cambridge Apostles. Conservó este puesto hasta 1869, data al cual dimitió debido a la ley que exigía someterse a los Treinta y nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra, que no podía honestamente respetar, no fiándose fuertemente de sus convicciones religiosas. Mientras la legislación relativa a los Profesores quedó así, fue afectado a un puesto que no respondía a esta limitación religiosa. Cuando en 1885, esta regla fue revocada, Henry Sidgwick encontró(recobró) su puesto de Profesor. En 1883, fue elegido al Púlpito Knightbridge de Profesor de Filosofía Moral. Henry Sidgwick fundó en 1871 una de las primeras Universidades para mujeres de Inglaterra, la Universidad de Newnham Cambridge en la cual dio a su persona, inviste(invierte) mucho dinero(plata) y esfuerzos. En 1882, creó la Asociación para la búsqueda(investigación) psíquica Society fuero Psychical research con Edmund Gurney (1847-1888), psicólogo inglés y Profesor en Cambridge, Frederic William Henry Myers (1843-1901), poeta y escritor inglés, Conferenciante en Letras Clásicas en Trinity College, William Fletcher Barrett (1844-1925), Profesor inglés de Física(Físico) en la Universidad de Dublín, y Edmund Dawson Rogers (1823-1910), periodista inglés. (Hortense Geninet: Politiques Comparées, Henry Sidgwick et la politique moderne dans les Eléments Politiques, 2009)

"El libro de Henry Sidgwick, Methods of Ethics, se precavía en 1874, un año después la muerte de John Stuart Mill, y representa el esfuerzo más profundo y sistemático para analizar las dificultades de Mill y de superarlos con el fin de alcanzar(llegar) una versión filosóficamente satisfactoria del utilitarismo clásico. Es un libro que tuvo una influencia muy grande en el siglo XIX y que continúa ejerciendo uno en nuestra época, en particular con John Rawls cuya equidad los diseños(concepciones) de la justicia como, o fairness, de la intuición moral y del método del equilibrio reflexiona son muy próximo de Sidgwick. Le debemos varias anticipaciones de las cuestiones de la filosofía moral contemporánea, entre otras cosas, la diferencia entre la utilidad "media" y la utilidad total, la noción de popularización óptima, de la importancia de estas reglas y de los problemas de la acción colectiva. Menos innovador y elocuente que Mill, pero filosóficamente más riguroso y más profundo, consigue emancipar la ética de la psicología y hacerlo una disciplina propiamente autónoma.

Su mérito más grande es, sin duda, haber visto que el problema crucial y no resuelto en el utilitarismo es el de la obligación moral, del deber de sacrificar su felicidad personal al del número más grande. Hay en casa de Bentham como en casa de Mill un dilema no resuelto entre lo que Sidgwick llama " el hedonismo universalista " que conduce al sacrificio de sí con buen fin del conjunto, y el hedonismo psicológico " o egoísta que crece a buscar(investigar) ante todo su propia felicidad. Los dos son hechos compatibles por las "sanciones" de la conciencia, de la sociedad, etc., por las costumbres nacidas de la educación, pero ni Bentham ni Mill se explican en qué queda de eso una obligación que ataría(vincularía) todos los seres racionales. No es tanto la debilidad de sus bases epistemológicas y el valor de la "prueba", que puede oponer al intuitionnisme que preocupan pues a Sidgwick en el utilitarismo que la imposibilidad lógica de deducir la búsqueda(investigación) individual de la felicidad la necesidad de maximizar la felicidad de otros, hasta el punto de deber sacrificar a eso suyo limpio. ¿ Es pues allí una actitud racional, se pregunta Sidgwick? (…) La cuestión que preocupa a Sidgwick y que anticipa en la filosofía moral del siglo XX es la de la justificación de la obligación, y no la del origen de los sentimientos morales, distingue vigorosamente la ética (…) De la psicología. Su ambición es la de una ética verdaderamente filosófica cuyos primeros principios serían unas "axiomas" que responderían a criterios rigurosos." (ver: C. Audard: Anthologie historique et critique de l'utilitarisme, t.2, Presses Universitaires de France, 1999)

Extraídos de The Methods of Ethics:

By Utilitarianism is here meant the ethical theory, that the conduct which, under any given circumstances, is objectively right, is that which will produce the greatest amount of happiness on the whole; that is, taking into account all whose happiness is affected by the conduct. It would tend to clearness if we might call this principle, and the method based upon it, by some such name as "Universalistic Hedonism": and I have therefore sometimes ventured to use this term, in spite of its cumbrousness.

El utilitarismo es considerado aquí, como teoría ética, según la cual nuestra conducta(conducto), en toda circunstancia, es objetivamente justa, es decir que producirá, sobre el conjunto (o todo), la cantidad más grande de felicidad. Es decir de tomar en consideración totalmente cuya felicidad es afectada por dicha conducida. Esto nos alumbraría si llamábamos este principio y el método sobre el cual sería fundado, el principio de " Hedonismo universal ". Pues me corrí peligro de utilizar este término(plazo) a pesar de su aspecto pesado. (…)

Assuming, then, that the average happiness of human beings is a positive quantity, it seems clear that, supposing the average happiness enjoyed remains undiminished, Utilitarianism directs us to make the number enjoying it as great as possible. But if we foresee as possible that an increase in numbers will be accompanied by a decrease in average happiness or vice versa, a point arises which has not only never been formally noticed but which seems to have been substantially overlooked by many Utilitarians.

Supongamos entonces, que la felicidad media de los seres humanos sea una cantidad positiva. Parece claro, que si se supone que esta felicidad media no disminuye, entonces el Utilitarismo nos empuja a aumentar, en la medida de lo posible, al número de personas que goza de esta felicidad. Pero, si es posible prever que un aumento del número (de persona feliz) sea acompañado por una disminución de (la cantidad) media de felicidad, o vice-versa, surge entonces un problema que jamás ha sido levantado(indignado) y que parece haber sido olvidado por muchos utilitaristas.

For if we take Utilitarianism to prescribe, as the ultimate end of action, happiness on the whole, and not any individual's happiness, unless considered as an element of the whole, it would follow that, if the additional population enjoy on the whole positive happiness, we ought to weight the amount of happiness gained by the extra number against the amount of happiness lost by the remainder. So that, strictly conceived, the point up to which, on Utilitarian principles, population ought to be encouraged to increase, is not that at which average happiness is the greatest possible (…) but that at which the product formed by multiplying the number of persons living into the amount of average happiness reaches its maximum.

Si se dice que para el Utilitarismo el fin de toda acción es la felicidad de todo y no la felicidad de un solo individuo, salvo si está considerado como un elemento de todo, resulta que si la población suplementaria goza del conjunto de la felicidad positiva, debemos entonces calcular la cantidad de felicidad ganada por el número (de personas) suplementaria con relación a la cantidad de felicidad que pierde el resto (de la población). Esto nos permitirá concebir en cuales límites, según los principios utilitaristas, podemos animar el aumento de la población. No se trata de calcular la mejor felicidad media posible, (…) Pero de calcular en cual momento al número de personas que vive en esta felicidad media alcanzada el máximo.
(…)

Utilitarian formula seem to supply no answer to this question: at least we have to supplement the principle of seeking the greatest happiness on the whole by some principle of Just or Right distribution of this happiness. The principle which most Utilitarians have either tacitly or expressly adopted is that of pure equality – as given in Bentham's formula, "everybody to count for one, and nobody for more than one." And this principle seems the only one which does not need a special justification; for as we saw, it must be reasonable to treat any one man in the same way than any other, if there be no reason apparent for treating him differently. (Book IV, c. I)

La doctrina utilitarista no parece tener de solución al problema siguiente: hay que por lo menos aumentar a principios de búsqueda(investigación) de la felicidad más grande, un principio de justo y la distribución legítima de esta felicidad. El principio que la inmensa mayoría de los Utilitaristas adoptaron tácitamente o expresamente es la de la igualdad pura - como en la fórmula de Bentham: " cada uno cuenta para uno y nadie cuenta para más sólo uno. " Este principio parece ser el único que no necesite una justificación especial porque, como le vimos, debe ser razonable de tratar a todo hombre del mismo modo, si no hay razón aparente para tratarlo de otro modo. (Book IV, c. I)

If we consider the relation of Ethics to Politics from a Utilitarian point of view, the question, what rules of conduct for the governed should be fixed by legislators and applied by judges, will be determined by the same kind of forecast of consequences as will be used in setting all questions of private morality: we shall endeavour to estimate and balance against each other the effects of such rules on the general happiness. In so far, however, as we divide the Utilitarian theory of private conduct from that of legislation, and ask which is prior, the answer would seem to be different in respect of different parts of the legal code. (Book IV, c. III)

Si consideramos la relación entre la ética a la política, de un punto de vista de Utilitarista, la cuestión: " ¿ cuáles normas de conducta para los gobernados deberían ser elaboradas por legisladores y aplicadas por jueces? ", será determinado por la misma reflexión sobre la previsión de las consecuencias utilizada en todas las cuestiones de moralidad privada. Ensayaríamos, confrontándolos entre ellos, los efectos de tales reglas sobre la felicidad general. En la medida en que separamos la teoría utilitarista de la conducta de la de la legislación, y preguntamos quién premia(sobresale,supera), la respuesta sería diferente según las diferentes partesdel código jurídico. (Book IV, c. III)

The question whether all desire has in some degree the quality of pain, is one of psychological rather than ethical interest; so long as it is admitted that it is often not painful in any degree comparable to its intensity as desire, so that its volitional impulse cannot be explained as a case of aversion to its own painfulness. (…) the conscious active impulses are so far from being always directed towards the attainment of pleasure or avoidance of pain for ourselves, that we can find everywhere in consciousness extra-regarding impulses, directed towards something that is not pleasure, nor relief from pain; and, indeed, a most important part of our pleasure depends upon the existence of such impulses: while on the other hand they are in many cases so far incompatible with the desire with our own pleasure that the two kinds of impulse do not easily coexist in the same moment of consciousness ; and more occasionally (but by no means really)the two come into irreconcilable conflict, and prompt to opposite courses of action. And this incompatibility (though it is important to notice it in other instances) is no doubt specially prominent in the case of the impulse towards the end which most markedly competes in ethical controversy with pleasure: the love of virtue for its own sake, or desire to do what is right as such. (Book I, c. IV)

La cuestión según la cual todo deseo puede ser cualificado, en cierta medida, de dolor, es de orden psicológica más bien que ética; mientras está admitido que esto es, a menudo, no por muy doloroso, en toda comparación, a su intensidad como desea, de tal modo que su impulsión voluntaria pueda ser explicada sólo como siendo una aversión de su propio dolor. (…) Las impulsiones activas conscientes son tanto alejadas de la realización del placer o de evitar el dolor, que podemos encontrar por todas partes en la conciencia de las impulsiones suplementarias dirigidas hacia algo que no sea el placer ni el alivio del dolor. Así, de una parte, la parte(partida) más grande de nuestro placer depende de la existencia de estas impulsiones, mientras que, por otra parte, son a menudo incompatibles con deseo de nuestro propio placer y mientras que estos dos tipos de impulsiones coexisten difícilmente en el mismo momento de conciencia. Y, ocasionalmente (pero probablemente jamás) ambas (pulsions) llega a un conflicto irreconciliable y actúan de manera opuesta. Esta incompatibilidad (que que sea importante de observarlo en otros casos), está particularmente presente en las impulsiones cuyo fin compite, en el debate ético, con placer: tal como el amor de la virtud para la virtud misma y el deseo de hacer lo que es justo. (Book I, c. IV)


Adriana Trujillo

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SIR BERNARD ARTHUR OWEN WILLIAMS



Williams, Sir Bernard (Sir Bernard Arthur Owen Williams), 1929-2003, filósofo Inglés, graduado. Oxford (1951). Uno de los filósofos más importantes de su época, se le atribuye la reactivación del campo de la filosofía moral y lo que es relevante para la vida moderna.Enseñó en las Universidades de Oxford (1952-59, 1990-96), Londres (1959-64), y Cambridge (1967-1979), fue rector del King's College, Cambridge (1979-87) y profesor de la Universidad de California, Berkeley (1988-90). El rechazo de las doctrinas éticas postular un principio único como base de la moral, Williams argumenta que la ética es inseparable inverwoven con la cultura y la historia, uno de los conceptos examinados en su influyenteética y los límites de la filosofía (1985). También exploró temas como la identidad moral, la acción racional, la idea de la igualdad, la historia de la filosofía, y la naturaleza de la verdad. Conocido por su erudición excepcionales, claridad e ingenio, sus libros incluyen la moral (1972), Problemas del Ser (1973), Moral Luck (1981), La vergüenza y la necesidad(1993), y la Verdad y la Verdad (2002). También en la vida pública, fue miembro de varias comisiones que investigaron la educación, la pornografía y la censura, el juego, la adicción a las drogas, y otras áreas de preocupación de la comunidad. Se casó con Shirley Williams desde 1955 hasta 1974 y fue nombrado caballero en 1999.


Aproximación a la filosofía moral

En Morality: An Introduction to Ethics (1972), escribió que «mientras que la mayor parte de la filosofía moral a lo largo de los tiempos ha sido vacía y aburrida... la filosofía moral contemporánea ha encontrado una forma original de ser aburrida, que es no discutir los asuntos en absoluto». La historia de la moral, decía, debe ser vital y absorbente. Quería encontrar una filosofía moral que fuese responsable de la psicología, la historia, la política y la cultura. En su rechazo de la moral como lo que llamó «una institución peculiar», término con el que se refería a un dominio discreto y separable del pensamiento humano algunos han visto un parecido con el filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche, aunque Nietzsche era en cierto sentido lo opuesto, pues se quejaba al final de Ecce Homode que «en el concepto del hombre bueno, se hacía causa común con todo lo débil, enfermo y que sufre desde adentro». A pesar de que a primera vista consideró al filósofo alemán un reduccionista crudo, Williams llegó a admirarle, y remarcó en una ocasión que desearía poder citarle cada veinte minutos.

Aunque el desdén de Williams por el reduccionismo puede hacerle parecer un relativista moral, dijo en Ethics and the Limits of Philosophy que algunos conceptos morales —como valiente o cruel— conciernen a características reales del mundo, cuentan como «conocimiento», y las disputas que versen sobre ellos se pueden resolver objetivamente.

Crítica del utilitarianismo

Williams era particularmente crítico con el utilitarismo, una teoría conscuencialista, cuya versión más simple declara que las acciones son buenas solo si favorecen la felicidad del mayor número. Uno de sus argumentos más conocidos contra el utilitarismo se centra en Jim, un botánico que investiga en un país de América del Sur gobernado por un dictador brutal. Un día, Jim se encuentra en la plaza central de un pequeño pueblo frente a 20 indios que han sido capturados al azar para mostrar lo que les pasará a los rebeldes. El capitán que ha arrestado a los indos dice que si Jim mata a uno, los otros serán liberados para honrar a Jim como huésped. Si no lo hace, todos los indios serán asesinados.

Para la mayoría de teorías consecuencialistas no hay un dilema moral en un caso así: lo único que importa es el resultado. El utilitarismo diría que Jim debería matar a uno de los indios. Pero Williams dice que hay una distinción moral crucial entre que una persona mate a alguien o que que a ese alguien lo mate otro por un acto de omisión de esa persona. El utilitarista no tiene en cuenta esta distinción, lo que para Williams convierte a las personas en barcos no tripulados, pues solo tienen en cuenta las consecuencias en lugar de preservar su estatus de actores morales que toman decisiones. Las decisiones morales deben preservar nuestra identidad psicológica e integridad, según dijo.

Dijo que de hecho no juzgamos a las acciones por sus consecuencias. Para resolver los problemas de aparcamiento en Londres, un utilitarista estaría de acuerdo en disparar a la gente que aparcase ilegalmente. Con solo matar a unos pocos el problema de los aparcamientos ilegales desaparecería, así que el cálculo utilitarista justificaría las muertes por la felicidad que traería la desaparición del problema. Cualquier teoría que llegue a esta consecuencia, según Williams, debe rechazarse sin más, sin importar cuan plausible parezca decir que hay que juzgar las acciones por sus consecuencias. En un esfuerzo por salvar a los utilitaristas, una versión del utilitarismo que no busca la acción, sino la regla que tiende a llevar a la felicidad del mayor número posible, preguntaría qué regla se puede extrapolar del ejemplo del aparcamiento. Si la regla fuese «Se puede disparar a cualquiera por realizar un aparcamiento ilegal» el utilitarista diría que su implantación traería infelicidad. Según Williams, esto demuestra su argumento, pues no necesitamos calcular por qué amenazar con disparar a la gente por infracciones de tráfico es incorrecto, y cualquier sistema que muestre cómo calcularlo debe ser rechazado. De hecho, debemos rechazar cualquier sistema que reduzca la toma de decisiones morales a unos pocos algoritmos, porque cualquier sistematización o reduccionismo distorsionaría inevitablemente su complejidad.

Crítica al Kantianismo

Una de las alternativas principales al utilitarismo es la filosofía moral del filósofo alemán del siglo XVII Immanuel Kant. La obra de Williams durante las décadas de 1970 y 1980 cimientan la base de sus ataques a los dos pilares del utilitarismo y kantianismo. Martha Nussbaum escribió que su obra «denunciaba la forma trivial y evasiva en la que la filosofía moral se practicaba en Inglaterra bajo el influjo de estas dos teorías».

Crítica de la razón pura Fundamentos de la metafísica de las costumbres exponen un sistema moral basado en lo que Kant llamó imperativo moral, cuya versión más conocida es «actúa como si la máxima de tu acción fuese convertirse, por un acto de voluntad, en una ley universal de la naturaleza». Williams discute el imperativo categórico en su artículoPersons, character and morality. La moral no debería requerir que actuásemos de forma desinteresada, como si no estuviéramos en las circunstancias en las que nos encontramos. No deberíamos tener que tomar una visión imparcial del mundo, dijo. Nuestros valores, obligaciones y deseos marcan la diferencia en cómo vemos el mundo y cómo actuamos, y por tanto debemos conservarlos en el juicio o perderemos nuestra individualidad, y por tanto nuestra humanidad.

Razones para la acción

La insistencia de Williams de que la moral trata de personas y vidas reales, y que actuar por interés propio o incluso de forma egoísta no es contrario a la acción moral, se ilustra en su razonamiento «razones internas para la acción», parte de lo que los filósofos llaman el debate de las razones externas/internas.

Los filósofos han intentado razonar que los agentes morales tienen «razones externas» para realizar un acto moral. Es decir, que son capaces de actuar por razones externas a sus sistemas mentales internos. Williams aduce que esto no tiene sentido. Para que algo sea una «razón para actuar» debe ser «magnético», es decir, que debe de mover a la gente a la acción. ¿Pero cómo puede algo enteramente externo —como por ejemplo, la proposición de que X es bueno— ser magnético? ¿Por qué proceso puede algo externo movernos a la acción?

Williams argumentó que no podía. La cognición no es magnética. Conocer y sentir son cosas separadas y una persona debe sentir antes de ser movida a la acción. Adujo que las razones para la acción son siempre internas, estén basadas en un deseo de actuar de acuerdo con la educación, la presión de los pares o cosas así, y que siempre se reducen al deseo.

Verdad

En su último libro completo, Truth And Truthfulness: An Essay In Genealogy (2002), Williams identifica en la sinceridad y la precisión los dos valores básicos de la verdad, y trata de acortar la distancia entre la demanda de verdad y la incerteza de que tal cosas exista. La deuda con Nietzsche es clara, y se manifiesta de forma más obvia en la adopción de un método genealógico como herramienta para la explicación y la crítica. Aunque parte de su intención era atacar a los que consideraba que negaban el valor de la verdad, el libro advierte que entenderlo simplemente en este sentido significaría perderse parte de su propósito. The Guardian escribió en su obituario a Williams que el libro es un examen de aquellos que «se burlan de cualquier supuesta verdad por ser ridículamente ingenua, pues está inevitablemente distorsionada por el poder, el sesgo de clase y la ideología».

Obra Póstuma

Desde la muerte de Williams se han publicado varias colecciones de sus ensayos, artículos y transcripciones de sus clases. In the Beginning Was the Deed: Realism and Moralism in Political Argument (2005), sobre filosofía política; The Sense of the Past: Essays in the History of Philosophy (2006), ensayos sobre las fronteras entre filosofía e historia;Philosophy as a Humanistic Discipline (2006), sobre la metafísica, epistemología y ética, yOn Opera (2006).

Legado

Williams no propuso ninguna teoría filosófica sistemática. De hecho desconfiaba de tales intentos. Alan Thomas escribe que la contribución de Willliams a la ética fue el escepticismo hacia los intentos de crear unos fundamentos de filosofía moral, que articuló explícitamente en Ethics and the Limits of Philosophy (1985) y Shame and Necessity (1993), donde declaró que las teorías morales no pueden reflejar la complejidad de la vida, en particular dado el pluralismo radical de las sociedades modernas. Jonathan Lear escribe que Williams quería entender al ser humano como parte del mundo natural, y que el punto de partida fundamental de la reflexión moral debe ser la perspectiva individual, las razones internas para la acción. Intentar trascender del punto de vista de uno solo lleva, según Williams, al autoengaño.

En la tradición humanista secular, que no apelan a la autoridad moral externa de un dios, sus ideas golpearon los cimientos de la moral convencional, en particular el que uno hace el bien a veces incluso aunque no quiera, y que puede ser culpado por no hacerlo. Timothy Chappell escribe que sin razones internas para la acción se vuelve imposible argumentar que el mismo conjunto de razones morales se aplique a todos los agentes de igual forma, porque las razones de un agente se pueden relativizar de sus vidas particulares, sus razones internas. En casos en los que alguien no tiene razones internas para hacer lo que otros consideran algo bueno, no se le puede culpar por no hacerlo, porque las razones internas son las únicas, y el culpar, escribió Williams, «incluye tratar a la persona culpada como alguien que tenía una razón para hacer lo correcto pero no lo hizo».

Chappell escribe que aprender a ser uno mismo, a ser auténtico y actuar con integridad, en lugar de hacerlo de acuerdo a un sistema moral externo, es el motivo fundamental de la obra de Williams. «Si hay un tema en toda mi obra es la autenticidad y la expresión personal», dijo Williams en 2002. «Es la idea de que algunas cosas son en ciertos sentidos realmente tú, o expresan lo que tú y otros no son... Todo esto trata de explicar en detalle la noción de necesidad interna». Apartó la filosofía moral de la cuestión kantiana «¿Cuál es mi deber?» y la situó de vuelta a la cuestión que preocupaba a los griegos: «¿Cómo debería vivir?».


Adriana Trujillo

CI:17863740

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