En Morality: An Introduction to Ethics (1972), escribió que «mientras que la mayor parte de la filosofía moral a lo largo de los tiempos ha sido vacía y aburrida... la filosofía moral contemporánea ha encontrado una forma original de ser aburrida, que es no discutir los asuntos en absoluto». La historia de la moral, decía, debe ser vital y absorbente. Quería encontrar una filosofía moral que fuese responsable de la psicología, la historia, la política y la cultura. En su rechazo de la moral como lo que llamó «una institución peculiar», término con el que se refería a un dominio discreto y separable del pensamiento humano algunos han visto un parecido con el filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche, aunque Nietzsche era en cierto sentido lo opuesto, pues se quejaba al final de Ecce Homode que «en el concepto del hombre bueno, se hacía causa común con todo lo débil, enfermo y que sufre desde adentro». A pesar de que a primera vista consideró al filósofo alemán un reduccionista crudo, Williams llegó a admirarle, y remarcó en una ocasión que desearía poder citarle cada veinte minutos.
Aunque el desdén de Williams por el reduccionismo puede hacerle parecer un relativista moral, dijo en Ethics and the Limits of Philosophy que algunos conceptos morales —como valiente o cruel— conciernen a características reales del mundo, cuentan como «conocimiento», y las disputas que versen sobre ellos se pueden resolver objetivamente.
Crítica del utilitarianismo
Williams era particularmente crítico con el utilitarismo, una teoría conscuencialista, cuya versión más simple declara que las acciones son buenas solo si favorecen la felicidad del mayor número. Uno de sus argumentos más conocidos contra el utilitarismo se centra en Jim, un botánico que investiga en un país de América del Sur gobernado por un dictador brutal. Un día, Jim se encuentra en la plaza central de un pequeño pueblo frente a 20 indios que han sido capturados al azar para mostrar lo que les pasará a los rebeldes. El capitán que ha arrestado a los indos dice que si Jim mata a uno, los otros serán liberados para honrar a Jim como huésped. Si no lo hace, todos los indios serán asesinados.
Para la mayoría de teorías consecuencialistas no hay un dilema moral en un caso así: lo único que importa es el resultado. El utilitarismo diría que Jim debería matar a uno de los indios. Pero Williams dice que hay una distinción moral crucial entre que una persona mate a alguien o que que a ese alguien lo mate otro por un acto de omisión de esa persona. El utilitarista no tiene en cuenta esta distinción, lo que para Williams convierte a las personas en barcos no tripulados, pues solo tienen en cuenta las consecuencias en lugar de preservar su estatus de actores morales que toman decisiones. Las decisiones morales deben preservar nuestra identidad psicológica e integridad, según dijo.
Dijo que de hecho no juzgamos a las acciones por sus consecuencias. Para resolver los problemas de aparcamiento en Londres, un utilitarista estaría de acuerdo en disparar a la gente que aparcase ilegalmente. Con solo matar a unos pocos el problema de los aparcamientos ilegales desaparecería, así que el cálculo utilitarista justificaría las muertes por la felicidad que traería la desaparición del problema. Cualquier teoría que llegue a esta consecuencia, según Williams, debe rechazarse sin más, sin importar cuan plausible parezca decir que hay que juzgar las acciones por sus consecuencias. En un esfuerzo por salvar a los utilitaristas, una versión del utilitarismo que no busca la acción, sino la regla que tiende a llevar a la felicidad del mayor número posible, preguntaría qué regla se puede extrapolar del ejemplo del aparcamiento. Si la regla fuese «Se puede disparar a cualquiera por realizar un aparcamiento ilegal» el utilitarista diría que su implantación traería infelicidad. Según Williams, esto demuestra su argumento, pues no necesitamos calcular por qué amenazar con disparar a la gente por infracciones de tráfico es incorrecto, y cualquier sistema que muestre cómo calcularlo debe ser rechazado. De hecho, debemos rechazar cualquier sistema que reduzca la toma de decisiones morales a unos pocos algoritmos, porque cualquier sistematización o reduccionismo distorsionaría inevitablemente su complejidad.
Crítica al Kantianismo
Crítica de la razón pura y Fundamentos de la metafísica de las costumbres exponen un sistema moral basado en lo que Kant llamó imperativo moral, cuya versión más conocida es «actúa como si la máxima de tu acción fuese convertirse, por un acto de voluntad, en una ley universal de la naturaleza». Williams discute el imperativo categórico en su artículoPersons, character and morality. La moral no debería requerir que actuásemos de forma desinteresada, como si no estuviéramos en las circunstancias en las que nos encontramos. No deberíamos tener que tomar una visión imparcial del mundo, dijo. Nuestros valores, obligaciones y deseos marcan la diferencia en cómo vemos el mundo y cómo actuamos, y por tanto debemos conservarlos en el juicio o perderemos nuestra individualidad, y por tanto nuestra humanidad.
La insistencia de Williams de que la moral trata de personas y vidas reales, y que actuar por interés propio o incluso de forma egoísta no es contrario a la acción moral, se ilustra en su razonamiento «razones internas para la acción», parte de lo que los filósofos llaman el debate de las razones externas/internas.
Los filósofos han intentado razonar que los agentes morales tienen «razones externas» para realizar un acto moral. Es decir, que son capaces de actuar por razones externas a sus sistemas mentales internos. Williams aduce que esto no tiene sentido. Para que algo sea una «razón para actuar» debe ser «magnético», es decir, que debe de mover a la gente a la acción. ¿Pero cómo puede algo enteramente externo —como por ejemplo, la proposición de que X es bueno— ser magnético? ¿Por qué proceso puede algo externo movernos a la acción?
Williams argumentó que no podía. La cognición no es magnética. Conocer y sentir son cosas separadas y una persona debe sentir antes de ser movida a la acción. Adujo que las razones para la acción son siempre internas, estén basadas en un deseo de actuar de acuerdo con la educación, la presión de los pares o cosas así, y que siempre se reducen al deseo.
Verdad
Legado
En la tradición humanista secular, que no apelan a la autoridad moral externa de un dios, sus ideas golpearon los cimientos de la moral convencional, en particular el que uno hace el bien a veces incluso aunque no quiera, y que puede ser culpado por no hacerlo. Timothy Chappell escribe que sin razones internas para la acción se vuelve imposible argumentar que el mismo conjunto de razones morales se aplique a todos los agentes de igual forma, porque las razones de un agente se pueden relativizar de sus vidas particulares, sus razones internas. En casos en los que alguien no tiene razones internas para hacer lo que otros consideran algo bueno, no se le puede culpar por no hacerlo, porque las razones internas son las únicas, y el culpar, escribió Williams, «incluye tratar a la persona culpada como alguien que tenía una razón para hacer lo correcto pero no lo hizo».
Chappell escribe que aprender a ser uno mismo, a ser auténtico y actuar con integridad, en lugar de hacerlo de acuerdo a un sistema moral externo, es el motivo fundamental de la obra de Williams. «Si hay un tema en toda mi obra es la autenticidad y la expresión personal», dijo Williams en 2002. «Es la idea de que algunas cosas son en ciertos sentidos realmente tú, o expresan lo que tú y otros no son... Todo esto trata de explicar en detalle la noción de necesidad interna». Apartó la filosofía moral de la cuestión kantiana «¿Cuál es mi deber?» y la situó de vuelta a la cuestión que preocupaba a los griegos: «¿Cómo debería vivir?».
Adriana Trujillo
CI:17863740
CRF
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