Enlazando de algún modo con algunos de los postulados básicos del positivismo de Comte (véase), así como del empirismo británico (véase), a principios del siglo XX surge, sobre todo en Gran Bretaña, por obra de Moore y Russell, y de forma culminante con Wittgenstein (1889-1951), la "filosofía analítica" o "movimiento analítico", que después se extendió en diversas escuelas y grupos, sobre todo por el mundo anglosajón, constituyendo una de las corrientes dominantes del pensamiento contemporáneo.
Como su nombre indica, la "filosofía analítica" hace del análisis su método de investigación por excelencia, enfocándolo ante todo al campo del lenguaje, pues en el seno de este movimiento no son pocos los que sostienen que gran parte de los problemas filosóficos consisten en y se solucionan por un adecuado tratamiento analítico del lenguaje. La filosofía, más que los hechos, de los que nos informa suficientemente el sentido común y cuya naturaleza estudian las ciencias, debe simplemente clarificar el lenguaje y detectar sus posibles defectos. La tarea del filósofo ha de ser, pues, de carácter lingüístico y lógico. La filosofía analítica se caracteriza, por tanto, como un análisis de las estructuras lógicas del pensamiento y del lenguaje.
La continuación directa de estas tesis llevan al Neopositivismo o Positivismo lógico: una de cuyas figuras centrales es R. Carnap: desde los principios del "Tractatus logico-philosophicus" de Wittgenstein, proponen una filosofía "científica", basada en hechos, afirman las ciencias experimentales y niegan la metafísica, que no es ciencia y carece de interés. La filosofía ha de limitarse al análisis de los métodos y resultados de las ciencias. En otras palabras, el positivismo lógico postula un empirismo antimetafísico tendente al análisis lógico y lingüístico de las proposiciones del lenguaje común y científico.
Lo esencial del positivismo lógico se resume, pues, en:
1. No hay más que dos clases de proposiciones que tengan significado: las analíticas (propias de las matemáticas y la lógica) y las sintéticas (propias de las ciencias naturales). El resto de proposiciones carece de significado cognoscitivo.
2. Del primer punto se deriva que las proposiciones filosóficas (sobre todo las referentes a la metafísica) carecen de sentido. Crítica a la metafísica.
3. La "verificación" como criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no lo es
4. El deseo de unificación de la ciencia mediante la utilización de un único método (la inducción) y un único lenguaje (el lenguaje observacional).
5. El papel de la filosofía queda reducido a filosofía de la ciencia.
El positivismo lógico se consolida como escuela independiente con el Círculo de Viena y el Círculo
de Berlín por los años 1920-30. Su objetivo fundamental es establecer los fundamentos del conocimiento científico mediante la obtención de un lenguaje lógico o ideal unificado. Se acentúa el rechazo de la metafísica y de cualquier otro conocimiento que pretenda superar los datos de la ciencia. La filosofía consistirá en una lógica del conocimiento científico. Sus representantes principales son M. Schlick, F. Waismann, R. Carnap, O. Neurath, H. Han, H. Reichenbach y C. Hempel.
Posteriormente, sobre todo de 1950 hasta nuestros días, y a raíz de las ideas expuestas por el "Segundo Wittgenstein" en su obra "Investigaciones Filosóficas", el movimiento se desarrolla en dos vertientes principales: la Escuela de Oxford, cuyos representantes principales son G. Ryle, P. F. Strawson y S. L. Austin, y la Escuela de Cambridge, con J. Wisdom, Malcolm, Waismann y G. A. Paul.
A medida que el positivismo lógico va alcanzando madurez, surgen algunas revisiones, encabezadas por K. Popper (1902-1994), que pretenden sentar las bases de una renovación de la filosofía y la historia de la ciencia. Tres representantes de esta nueva filosofía de la ciencia son T. S. Kuhn (1922-1996), Lakatos (1922-1974) y P.K. Feyerabend (2924-1994).
Adriana Trujillo
17863740
CRF
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